Desde que tengo uso de razón, siempre me he considerado una persona extremadamente autosuficiente y fuerte. Una persona a la que no le entran balas y la que siempre puede con todo lo que se propone sin importar el costo personal que esto conlleve.
Pero, hace aproximadamente un año atrás comencé a sentirme cansada, bastante triste y por qué no decirlo.. completamente sobrepasada. Razones objetivas para sentirme así me sobraban y eso lo sabía, sin embargo siempre he preferido ayudar en vez de pedir ayuda.
Por primera vez sentí que no me la podía sola y por mi propio bien (y el de mi familia) pedí ayuda. Entonces conversando con un amigo, me dijo algo que hasta el día de hoy recuerdo, y es que no puedo pretender llevar el peso del mundo sobre mis hombros.
Nunca lo había pensado, pero la imagen fue tan gráfica en mi mente que me convenció para intentar cambiar mi comportamiento y comenzar a delegar pequeñas y grandes cosas. Después de todo, al delegar también le doy la oportunidad a otros de hacerse responsables por el éxito de esos proyectos y además de demostrarles que confío en ellos.
En este año me he dado cuenta que sentir que uno lleva el peso del mundo sobre los hombros no sólo es agotador sino también innecesario. También, que aunque las cosas no salgan ni se hagan como yo las habría hecho, no por eso salen mal. Finalmente, que mis seres queridos han podido demostrarme su cariño y preocupación y que me siento mucho más aliviada y contenta.
Gracias a esto, pude desarrollar M.A.S. ORGANIZADO y me realizo diariamente ayudando a personas y empresas a salir del estancamiento en que se encuentran y a concretar proyectos que se habían propuesto hacía tiempo pero que por sentirse sobrepasados no habían sido capaces de finiquitar.
El desorden y la falta de organización son un perfecto ejemplo de situaciones que nos llevan a sobrepasarnos y a sentir que el mundo que llevamos sobre los hombros es mucho más pesado de lo que realmente podría ser.
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